De cuando Reiki llegó a Taka

La luna ya se alzaba en el cielo, seguida de un rebaño de estrellas brillantes e inseguras, parpadeantes y decididas a huir del siguiente amanecer.
Reiki caminaba cabizbaja, sumida en ese mundo que la devoraba por dentro. Notó como las primeras gotas de rocío le pintaban la cara a modo de lágrimas. Se dejó bañar, tratando de encontrar un consuelo a su impureza; unas palabras de perdón que jamás llegaron.
Sin darse cuenta, con esa intuición de la que tanto presumen las mujeres, se había parado frente a una extraña guarida que perturbaba el paisaje. Recordó las indicaciones que aquel viejo agricultor le había dado, por fin estaba ante su destino. "Esto debe de ser..." pensó mientras se aseguraba de que no la había seguido nadie, cerrando los ojos para escrutar hasta el más mínimo detalle de aquella atmósfera nocturna.
Con la paciencia de la que carecía, se sentó al lado de la apertura que inauguraba el escondite para esperar a que alguien notara su presencia.
Suspiró aliviada, creyendo que sus días de dolor se acabarían en cuanto cruzara aquella barrera que la separa de sus sueños.